domingo, 26 de abril de 2015

Capitulo 31: Pecados capitales.

“Compadre, dígame que sucedió aquí? Cualquier soldado sabe que podían haber ganado la batalla con solo dispara el cañón” Por qué no lo hicieron? le pregunta Juan Vicente Gómez a Cipriano Castro, mientras Eleazar López Contreras observa a los dos hombres conversando, igualmente le había extrañado lo sucedido, así lo anotaría en su diario.  
Caía la noche del 27 de agosto en Parapara de Río Tocuyo, Castro junto a sus más cercanos seguidores donde se encontraba Gómez, celebran el triunfo obtenido en aquel breve encuentro de apenas 20 minutos con la poderosa caballería de Barquisimeto, Torres Aular se había rendido prácticamente sin disparar el moderno armamento que llevaban, resultaba muy sospechoso.
“Se rindieron al ver que somos el futuro gobierno, compadre! Gómez, que era resabiado le riposta: “Dicen que aquí vive una bella mujer que es la que manda en este pueblo, es la chaman con poderes curativos que, además tiene contactos políticos y militares claves, la persona más influyente de los alrededores. ¿Ud se entrevistó con ella en la secreta reunión a la cual fue invitado aquí? Castro mira al rostro de Gómez y le dice: “No compadre, nunca olvidaría a una mujer como la que ud dice”.  
El secreto, no solo era fundamental para Bartola quien necesitaba resguardarse de los enemigos de La Propaganda aun vigentes pero igualmente lo era para Cipriano Castro, su arrastre popular se basaba en el poder de su imagen caudillista y no convenía una figura femenina tras su triunfo, peligraría el respeto de los andinos que lo seguían, por lo demás había empeñado su palabra a los indios Castro.
Al día siguiente Castro saldría para Siquisique en busca de su amigo el General Diego Colina quien le daría su apoyo, llegando como a las 10 de la mañana se dirige a la plaza, al no encontrar a nadie con quien entenderse, al estar los habitantes escondidos, enfurecido macheteó el portón de la casa donde quedaba la guarnición de la tropa comandada por el general Antonio Álvarez, Jefe militar del gobierno, tumbándola y entrando por la fuerza. Mientras tanto, los demás alzados saqueaban todo a su paso, sin dejar pulpería servible pues lo que no pudieron robar lo regaban con bleque, veneno que se conseguía en abundancia ya que se utilizaba para matar gusanos en los campos, el objetivo era causar escasez de alimentos para someter al pueblo, técnicas comunes de presión usada por los militares desde entonces hasta hoy día.
Los planes eran quedarse esa noche en Siquisique pues acamparon en varios lugares montando decenas de fogatas con las maderas arrancadas de los solares de las casas que destruyeron, destellando como luciérnagas al atardecer de aquel 28 de agosto de 1899, en ellas cocinaban marranos, aves de corral e incluso hasta unos loros papagayos que por escandalosos habían sido descubiertos, cuando sorpresivamente, a eso de las 3 de la tarde, empezaron a oírse disparos a lo lejos causando desasosiego.
Cipriano Castro acababa de ser informado de que el General Diego Colina había sido derrotado por el General Gregorio Segundo Riera, por lo que al escuchar cómo se va arreciando la plomazón, se alarma al pensar que podía tratarse de las tropas enemigas, puesto que había dejado del otro lado del río, custodiado por un pequeño número de soldados, los pertrechos con el poderoso cañón alemán recién obtenidos, por la fuerte crecida que encontraron, ante la situación de riesgo da la orden de marcharse rápidamente sin que sus soldados hubieran comido.
Al anochecer llegan a las riberas que aún estaba crecido, las canoas existentes no fueron suficientes para evacuar al personal, debiendo la mayoría cruzar a nado, ahogándose unos cuantos junto a varias mujeres troperas que formaban parte de sus filas, nuevamente el majestuoso río se teñía de sangre, los cadáveres de soldados y animales eran arrastrados por el turbulento cauce, era una escena dantesca. Finalmente alcanzan la otra orilla acampando en los caseríos la Aduana y Agua Viva, prosiguiendo la marcha al día siguiente con el armamento rescatado, por la vía de  Matatere menos conocida, despoblada y árida, que conducía hacia Barquisimeto sin peligro de ser perseguidos por el General Gregorio Segundo Riera quien se suponía venía tras sus pasos.
Siquisique era un caos, una nube de humo cubría su cielo nocturno, sus pobladores corrían desesperados entre los escombros buscando lo que aun pudieran salvar, ante aquel desastre  acudirían a la casa parroquial del Padre Salas a pedirle alojo y protección, allí durmieron en el suelo bajo la zozobra que causaba la tirería graneada que se oía. Cuando llego el amanecer nadie quería irse para su casa al saber que no tenían que comer pues el saqueo y el incendio los había dejado sin nada, oraban desconsolados en el templo cuando, al tercer día llego el ejército del Gobierno donde venía el General Siquisiqueño Abelardo Gutiérrez, a quien le suplicaron les prestara auxilio, pero este contestó con tristeza: “siento mucho no poder ayudarles, porque vengo preso”.
La causa de la prisión del general era por la pérdida del gobierno en Parapara de Río Tocuyo, fue tan inexplicable la derrota que los oficialistas lo detuvieron para abrirle juicio, luego cuando Crespo finalmente cayó, el general Gutiérrez fue liberado, uniéndose al nuevo gobierno de Castro.
El General Castro abandonaría el plan original de llegar a Caracas por mar partiendo del puerto de la Vela de Coro, ya no era necesaria esta travesía incierta pues la capital del estado Lara estaba asegurada gracias a la confabulación existente, los rifles de repetición en su poder y los hombres que se le habían sumado en su camino.
Así que en los inicio de noviembre entra a Barquisimeto seguido por su tropa, lo menos que semejaba era un ejército disciplinado, muy pocos usaban uniformes, vestían según la región de donde procedían, unos con ponchos si eran andinos, los otros, campesinos locales, de pantalón y camisa caqui con sus machetes de faena, llevaban sus mujeres, niños, carretas con enseres y animales como gallinas, en una desordenada caravana que semejaba ser de inmigrantes famélicos, sin embargo, el general Torres Aular a pesar de tener acampado unos 2000 hombres no opuso resistencia al avance del caudillo andino, a quien respetó, el General Montañez en cambio salió huyendo a la ciudad de El Tocuyo para esconderse, terminando así su vida política.
Los hechos ocurridos en Lara fueron decisivos, cubriéndolo de un aura invencible, sumando voluntarios por centenares a su paso, permitiendole que posteriormente venciera a las tropas gubernamentales en Tocuyito, Estado Carabobo, la antesala a la Casa Amarilla.
Esta campaña militar duraría 5 meses, desde su salida de Táchira en mayo con 60 hombres hasta la entrada victoriosa a Caracas en octubre, toma facilitada por los hombres del Mocho Hernández, preso por alzarse contra el presidente Andrade por el fraude electoral, quien desde la cárcel apoyaría a Castro, el cual lo libera de La Rotunda, dándole un cargo en su gobierno.
Pero a los poco días sucede un descontento popular por permitir Castro el ingreso de los conservadores al nuevo gobierno, considerando que era una traición a los liberales, el Mocho se uniría a los enemigos del andino, provocando una cadena de acontecimientos que terminarían en una nueva tragedia que acabaría con las esperanzas de Bartola definitivamente.  
El caudillo enfrentaría graves problemas como el bloqueo de las potencias extranjeras, pero la más peligrosa fue la confabulación de godos y liberales los cuales se unen para acabarlo, liderizados por su enemigo el Mocho Hernández y Gregorio Segundo Riera, representando un problema para el naciente gobierno. Se alzarían desde la poderosa ciudad de Coro apoyados por lugareños coreanos, siquisiqueños y  caroreños, entre ellos su anfitrión el conocido José María Riera, quienes logran tomar a Barquisimeto.
Ante esta situación es designado el General Jacinto Fabricio Lara, acantonado en Siquisique, quien un 5 de diciembre 1899, sale rumbo a la capital del estado Lara para sofocar la revuelta de los Nacionalistas, arribando entre el 23 y 24 de ese mes, allí se realizaría el combate de Barquisimeto donde pierden la vida, el General Juan Bautista Salazar, compadre de Bartola y otros militares compañeros del comandante Antonio, en circunstancia obscura pues a pesar de haber llegado a tiempo el general Jacinto Fabricio Lara, no brindó el apoyo oportuno para evitar estas muertes. Finalmente el Mocho es apresado y enviado al castillo de San Carlos en los inicios del siglo XX.
Los liberales serían desplazados por los godos al unirse a Castro, conformarían una fuerza política que obtuvo el poder de la nueva Dictadura, encabezados en Carora por Pablo Riera, quien instaló una dominación a través de sus familiares consanguíneos, los rieristas, a quienes les entregaba en exclusiva las prebendas económicas, despertando las envidias dentro de los que quedaban por fuera. Nuevamente las disputas económicas toman protagonismo en un escenario político violento.
Bartola queda sola sin los apoyos fundamentales de los militares siquisiqueños compañeros de armas y amigos de su esposo que la protegían, todos caídos en una lucha que fue desigual y desventajosa para estos hombres que según rumores era por ordenes de Castro. Ella vería como acababan definitivamente con los liberales, quienes después de ser utilizados por el sagaz andino, fueron eliminados uno a uno al ser un obstáculo a su poder, cayendo ante un líder que solo le interesaba atornillarse en el poder. La historia demostró el grave error de cálculo al creer que Cipriano Castro era la solución para llenar el vacío dejado por la muerte de Crespo. Resultaría lo contrario, los destruiría políticamente al dividirlos en varias corrientes y a diferencia de Guzmán Blanco que los redujo mediante la compra de conciencia, este hombre iría eliminándolos físicamente al enviarlos a guerras que se sabían perdidas de antemano.
A pesar de la muerte de su compadre el General Juan Bautista Salazar, Bartola continuaría con sus planes de traer a sus hijos de regreso pero sucedería un trágico hecho que daría al traste con los proyectos. Todo se iniciaría con la inestabilidad política de José María Riera, de gran ascendencia dentro de los caroreños, quien de mochista cuando Andrade se había sumado al bando de Castro conformando parte de este poderoso grupo económico, pero resultaría que luego nuevamente se pasaría a las filas del Mocho, iniciando unos sucesos con un final inesperado.
Las intenciones del Mocho eran de derrocar a Castro, proyecto al que se une José María Riera, el más destacado líder de la oligarquía caroreña y además su Jefe. En vista de esto sus enemigos quienes deseaban quedarse con el manejo de la cosa pública, se aprovechan de esta situación para salir en su persecución, alcanzándolo en el sitio conocido como el “Pozo de las Zábilas”, cerca del poblado de Burere al oeste de Carora, donde ocurre una refriega, hiriéndolo mortalmente de un balazo en la ingle, al intentar montar en el caballo en el momento de la fuga, llega un piquete donde venía el General Rafael Aranguren, amigo y lugarteniente del fallecido General Federico Carmona.
Aranguren, traía ordenes expresa de Castro de eliminar a todos los mochistas, pero además también tenía razones personales para guardarle rencor por ser carmonero, igualmente por el asesinato de Antonio Perozo y el acaparamiento de los rierista en la economía local, en los cuales se habían visto perjudicado sus familiares siquisiqueños que mantenían negocios con Carora, así que a encontrarlo a pesar de que prácticamente agonizaba desangrado, lo remató a balazos un 17 de abril del año de 1900.
Debido a esto se desatarían nuevamente los nudos del odio, arrastrando consigo viejas deudas, que no caducaban, las banderas de la venganza resurgen en este grupo unidos por rencores desde la época del indio Reyes Vargas renovadas con Federico Carmona y su gente.
Bartola esta de rodillas ante la Virgen de Chiquinquirá en el altar de la iglesia de Aregue, solloza desconsoladamente cuando es escuchada por el cura Domingo Vicente Oropeza quien sale de la sacristía alarmado, al ver a su amiga y pupila, le pregunta: “hija ¿Qué sucede? No la había visto así desde la muerte de su marido” Ella lo abraza y le responde: “Padre no tengo perdón de Dios, he pecado de soberbia, creía que podía cambiar el destino y me equivoque”  Por mi culpa han muerto todos, ayer el General Rafael Aranguren, quien se encontraba en Siquisique donde sus familiares, mientras estaba en un botiquín fue asesinado por Medardo Oropeza Riera, sobrino de José M. Riera, a su vez este hombre fue asesinado en el camino por las tropas que lo conducían preso a Barquisimeto. Los Rieras han jurado venganza contra los carmoneros a quien culpan, mis hijos han sido condenados! Padre ¿Cómo le digo a Damián que no puede regresar nunca a su amada tierra?
Solo  queda un camino, padre y lo necesito para llevarlo a cabo, debo borrar su rastro, desaparecerlo!
Hija, que locura estas pensando hacer?

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